miércoles, 1 de julio de 2009

Sonreí solo un minuto


Después de un largo día, reposo mis angustias en este lugar, un lugar agradable a la vista, con ese tono marrón en las paredes con cuadros de propaganda antigua que, de una u otra manera, todos admiramos. Si este lugar donde todos parecen ser felices, ríen sin vergüenza de lo mas absurdo que tiene esta vida y saltan de alegría por el sólo hecho de existir.
Yo reposo mis angustias en esta pequeña arquitectura, donde sólo se sientan los que andan de cacería o los que andamos buscando deshacernos de algo, con una mano en libertad y con la otra encarcelada a esta dulce amarga bebida que, de vez en cuando, quema la garganta dándole aquel placer inexplicable, que sólo pocos lo entendemos, que de alguna manera nos hace feliz, cuando en verdad es una lágrima más.
He terminado mi ritual de cada día, abandono este lugar y me doy cuenta que en 3 horas de hundimiento, sonreí solo un minuto. Me encamino por estas oscuras calles llenas de piedras con una iluminación perfecta donde lo único que me acompaña es mi otro yo vestido de negro, no me habla, decidí ignorarlo, cuando un par de cuadras camino abajo veo que ya no está, me doy cuenta que estoy sólo, la iluminación perfecta también se ha ido, solo estoy yo con mi caminar inexacto, cuando me doy cuenta que he llegado a mi destino. Veo frente a mi una soledad que penetra en tus ojos como una inyección del mas puro placer, una soledad azul profunda que con su danza te cautiva a ir con ella, con la iluminación de la luna su cristalina mirada toma posesión de mí y me dejo llevar, siento aquella brisa, siento que todo termina, siento que mis angustias no se van, pero siento el fin de mis 17 inviernos, lo he logrado soy feliz, pero me doy cuanta que eso ya no importa.

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